viernes, 22 de febrero de 2008

Idealista, ¿algún problema?

¿Quién no ha tenido nunca la sensación de que cuanto más conoce menos entiende?

En la época en la que vivimos, aquellos que piensan y sienten más de la cuenta, están perdidos. Los idealistas ni siquiera tienen cabida. Serán tachados de irrealistas, evasivos, poco prácticos para la consecución de cualquier fin. No somos instrumentos útiles.

Así, la sociedad comienza a rechazar, incluso de forma explícita a través del Plan de Bolonia, a los especialistas en historia, arte, literatura… y por supuesto, a los filósofos. “Los de letras” no les servimos, no les salimos rentables.

Pobrecitos aquellos que no sirvan para darle dinero a una empresa, aquellos que no sean imprescindibles en la vorágine de la oferta y la demanda.

Pobres de aquellos que pretendan plantearse algo sobre la vida… porque terminarán desencantados con ella. Y es que, como decía, en estos tiempos, ser un idealista no es sencillo. No es la actitud de aquel esquivo que huye de la realidad, sino del que lucha por una realidad mejor. Y no sólo debe luchar por esto, sino que también debe aunar fuerzas para no dejarse vencer por todos aquellos hedonistas que se conforman con lo que tienen alrededor, sin plantearse siquiera en qué tipo de mundo viven. Tendrá que luchar contra el mundo mismo, que se empeñará, día tras días, en darle razones para olvidar su objetivo.

Me produce arcadas el nihilismo que se ha asentado en nuestra sociedad. Esa no creencia en nada, esa falta de principios, de sueños y de motivaciones. Hoy en día llaman ambicioso al que busca dinero y poder, al que quiere llegar a lo más alto de SU carrera profesional, del modo que sea.

La gente piensa que no quedan razones por las que seguir luchando, que ya está todo hecho. Peor que eso, ni siquiera se plantean si el mundo en el que viven es un lugar justo, un lugar que podría ser más equitativo, saludable, cooperativo, libre… simplemente viven, sin demasiadas preocupaciones (mas que la de satisfacer sus propios deseos).

La máxima inquietud de algunos es si el Real Madrid ganará la liga, o si le dará para comprarse ese bolso Gucci de último modelo. Y de esta manera, otra pandemia amenaza con asentarse en nuestra sociedad: la frustración.

Acostumbrados a tener todo cuanto queremos, y a luchar poco por ello, nos desintegramos emocionalmente cuando no conseguimos algo. No valoramos lo que tenemos, pues nos costó poco obtenerlo, y terminamos convirtiendo nuestros deseos en necesidades vitales. Hay quien le reza a Dios por tener un trozo de pan para comer, y hay quien lo hace para que le dejen entrar en ese exclusivo club de golf (que seguramente estará en Marbella o algún otro lugar caluroso donde haya que despilfarrar agua para mantenerlo verde).

Precariedad laboral, inaccesibilidad a una vivienda, desigualdad de la mujer, violencia de género, pornografía infantil, educación desatendida, políticos electoralistas, pobreza, hambre, enfermedades, delincuencia, drogas, mercado negro, prostitución, explotación, corrupción, destrucción de nuestro planeta, armas, racismo, discriminación social, pena de muerte, negación de los derechos humanos… La lista es interminable. El que siga pensando que no quedan motivos para luchar es porque, o tiene los ojos cerrados y ni se ha molestado en abrirlos, o lleva demasiado tiempo mirándose al ombligo…

1 comentario:

Anónimo dijo...

amén