miércoles, 6 de junio de 2007

UN CORAZÓN CIEGO

Era un día como otro cualquiera. Para ser más exactos, era un martes de junio, de esos que el Sol empieza a anunciar sin piedad el verano, en plena época de exámenes.

Habían quedado a las cinco y media para estudiar juntos en la biblioteca. Sin embargo, las paredes de su casa comenzaban a pintarse de ausencia, así que decidió huir de allí antes de que fuera demasiado tarde. Estaba aprendiendo, poco a poco, a deshacerse de la tristeza cuando ésta pretendía inundarla.

Llegó tres cuartos de hora antes de lo acordado, pero no le importó. Aquel parque se le antojaba limpio, claro y silencioso, a pesar de encontrarse en mitad del bullicio de la gran ciudad. Se sentó a leer en un banco, y mientras esperaba, dejó que los rayos del sol se adentrasen en ella y la iluminaran, como lo hacían con las hojas de los ciruelos rojos. El tiempo transcurría, y cuando quiso darse cuenta, el minutero había recorrido ya media esfera de su reloj. Entonces se dio cuenta de que estaba sola, y sin embargo, no se sentía en soledad.

Cuando se cansó de aquel banco y sintió que el calor empezaba a marearla, se levantó buscando la sombra de un árbol. Pocos minutos después, se vio sorprendida por unos brazos que la estrechaban desde detrás. “Perdona”, dijo él, aunque sabía que no se había retrasado; y tras el saludo, se dirigieron hacia la biblioteca.

Pero allí no cabía un alma, y menos dos. Mala suerte, o buena, porque fue entonces cuando decidieron que lo mejor sería aprovechar lo que la naturaleza les brindaba en medio de aquel paraje artificial: un poco de hierba y algo de sombra bajo los árboles.

Sobra decir que no estudiaron. Él le habló de él, ella le habló de ella. Se conocían mejor de lo que pretendían aparentar. Ambos hablaron en pasado, a penas en presente, nada en futuro. Y sin saberlo, él le ayudó a comprender quién era ella:

“Tengo una amiga a la que hace mucho tiempo que no veo y sin embargo siempre está conmigo. Sé que siempre podré contar con ella cuando lo necesite”, y le contó su historia. Ella le escuchaba y sentía, poco a poco, que la tristeza volvía con la intención de llevársela. “Tengo un reto”, siguió él, “y es conseguir que aunque no esté a tu lado, aunque no te llame, aunque no te demuestre que estoy cerca como tú lo esperas, sepas siempre que estoy aquí”, y le dio un golpecito en mitad del pecho. Le miró a los ojos y supo que era cierto, siempre podría contar con él.

Fue entonces cuando observó dentro de sí misma. ¿Cuántas personas la habrían querido de la misma manera?, ¿el amor de cuánta gente había menospreciado ante sus ojos ciegos?, ¿cómo había sido tan estúpida como para no sentirse amada entre tanto amor? Y entonces no pudo hacer otra cosa que darse la vuelta y llorar…

Él la atrajo hacia sí, y ella se acurrucó entre sus brazos, intentando buscar el consuelo que ahora nadie podía ofrecerle.

“Lo siento”, dijo él. “Gracias”, pensó ella, aunque no se lo dijo. Estaba demasiado triste para decirle que nunca olvidaría aquel día, un día que pretendía ser como otro cualquiera.

Acababa de recuperar la vista.

9 comentarios:

Unknown dijo...

Siempre es lo mismo, todo depende de con qué nos conformemos y qué busquemos. Después de todo, cada uno vive en su pequeña realidad, esa que percibe, así que de nosotros depende qué y cómo queremos percibir.

Jelouses Marta, sigue escribiendo cosas así que es lo que mola y da pie a comentarios flipados y pseudofilosóficos como los míos. :D

Marta B. dijo...

Ei, Rober!

No esperaba encontrarte por aquí, muchas gracias por leer mis paranoias.

Tienes mucha razón en eso de que cada cual vive su pequeña realidad, y lo cierto es que ésta va cambiando con las circunstancias vitales de cada uno, pero siempre nos parece inalterable hasta que nos ocurre algo importante, que trastoca todos nuestros esquemas.

A ver si acaban los exámenes, me paso por tu blog y leo tus artículos.

Un abrazo

Anónimo dijo...

La verdad que llevo timepo entrando aquí y leyendo en silencio eso que te inquietaba o querías compartir, y por fin me he decidido a salir de entre las sombras y saludarte. Y sobre todo felicitarte.

En estos timepos revueltos que corren es normal sentirse solo, vacío. Pero la realidad es que estamos llenos de cosas, y por encima de todo, no estamos solos, no estás sola.

Keep writing and I'll keep reading

Marta B. dijo...

Simplemente, gracias, Dani.

Sé que no estoy sola, nunca lo he estado gracias a personas como tú, gracias a toda la gente que me quiere.

Muchas gracias por leerme, amigo.

Un millón de besos

Anónimo dijo...

Buenas Marta!! Yo tambien quiero salir del armario, y como dani confesar que yo tambien te leia en silencio.Me gusta mucho como escribes, porque se puede intuir muy bien lo que piensas en cada momento, o por lo menos da esa impresion.
Siguiendo con lo que decia "Gotrek", cada uno tiene su pequeña realidad, pero muchas veces llenamos esa realidad de falsos miedos y de cosas negativas que nos afectan,cuanto antes nos demos cuenta de que son malas percepciones nuestras, antes seremos felices.Bueno marta que aunque no hablemos mucho,solo queria decirte que no estas sola,como has podido comprobar siempre hay alguien para escucharte...

Marta B. dijo...

¡Vaya, vaya! Va a resultar que al final me lee más gente de la que pensaba. Gracias, eso me hace muy feliz.

Creo que para ser dichosos, más que deshacernos de las malas percepciones, hay que ampliar el calidoscopio desde el que miramos. No creo que haya malas o buenas percepciones, sólo distintas, y más o menos apropiadas para cada momento de nuestra vida; pero tendríamos que estar abiertos a observar desde otro lado. Eso nos ayudaría a no perdernos muchas cosas maravillosas.

Gracias de nuevo, Chema.

Muchos besos

Anónimo dijo...

Te exo de menos!

Marta B. dijo...

Yo también a todos vosotros.

Anónimo dijo...

Aver cuando hacemos tour fotográfico por madrid!!! va? dime si esta semana te viene bien ;) Un besazooo