miércoles, 13 de junio de 2007

UNO Y UNO, NO SIEMPRE SON DOS.

El Sol de la mañana, sus rayos entre las hojas de un árbol, la forma de las nubes, el agua que corre, el viento anunciando tormenta, el sonido de la lluvia, la luz de un relámpago, el olor a tierra mojada, los colores del crepúsculo, el tintineo de cada estrella, el reflejo de la Luna sobre el mar, las huellas en una playa, la arena entre los dedos de las manos, el agua entre los dedos de los pies, la fragancia envolvente de una rosa, el sabor del chocolate, el maullido de un gato, la magia de una canción, el poder de una buena película, la sugestión de un cuadro, la dulzura de un poema, la armonía de un baile, la ilusión de un viaje, el recuerdo en una fotografía, la esperanza de un sueño…

Uno puede disfrutar de casi todo en soledad. Sin embargo, yo siempre he sentido la necesidad de tener a alguien cerca cuando me siento dichosa. Las cosas maravillosas se vuelven sublimes cuando las compartes con quienes te importan, y las penas se vuelven menos amargas si tienes junto a ti a alguien que comprenda.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Y la tranquila ducha, el buen libro acabado, o el placentero sueño de anoche? Podrán compartirse con palabras, pero no con sensaciones.
A veces, uno tiene que quedarse en lo maravilloso, y dejar lo sublime bien para las ilusiones, bien para un mañana impredecible.
Lástima (o menos mal?) que no nos conformemos.

Enhorabuena por la acogida.

Marta B. dijo...

Anoche colgué el artículo y esta mañana ya tenía tu comentario. Gracias, nene.

En eso tienes razón: Escribí que casi todo puede disfrutarse en soledad, pero olvidé decir que hay cosas que sólo pueden vivirse desde uno mismo, y más tarde, tratar de recrear sensaciones.

Aún así, qué maravilloso sí te cuento lo que sentí y tú pareces entenderlo, ¿verdad?

Un millón de besos